Despiertas un domingo por la mañana. Aun estas superando una de esas noches en las que los únicos recuerdos que quedan son el dolor de cabeza matutino para ti -hora de comer para el resto- y ese sabor a alquitrán adherido a tu cuerpo.
Primer intento por recordar que decides dejar en el aire. Vaso de agua e ibuprofeno vs resaca. Desmaquillante resbalando por tu piel. Demasiado cansada estabas anoche como para pensar en eso.
Vestido, tacones –más altos de lo políticamente correcto- y mucho eyeliner como traje de guerra. Nuevo bar por descubrir y un sinfín de copas de vino que van pasando por tus manos. Entre carcajadas y risas, las copas se rellenan. Has perdido la cuenta, pero parece no importarte. Nueva bocanada de aire.
Un vicio lleva a otro, eso está claro. Cigarro en un improvisada terraza ovetense. Conversaciones guiadas por el alcohol y los excesos. Punto de no retorno. Música en directo que ameniza el local. Desconocidos que se convierten en mejores amigos con fecha de caducidad en la misma madrugada.
A tu mente vuelve ese “Arde Paris”. Eso, piensas es lo que paso anoche. No sabes cómo, pero ese coctel ha llegado a tus manos. Que más da!! La música sigue sonando!
Flash de algo que tu mente consideraba olvidado. Bailas en mitad de la pista balanceando tu melena al aire mientras enseñas a bailar a un nuevo amigo nocturno. No recuerdas donde pero sabes que sonreías.