4 de marzo de 2012



Siguió creciendo con los años,  con cada mella y cada obstáculo en el camino. Aprendió que no hay un límite temporal para continuar madurando.

Madurar no es más que adaptarte al tiempo en el que te ha tocado vivir. Que aquí no cuentan los años ni lo ya vivido. Que se parte de cero con cada nueva situación. Que el caos sigue asustando independientemente del tiempo y los obstáculos ya saltados.

Sigue en forma y entrénate, que las vallas son cada vez más altas y se espera más de ti. Que las rabietas de niña adolescente siguen ocurriendo aunque haga más de un lustro que creías superada esa barrera.



El  sol sigue saliendo cada día aunque las nubes te impidan verlo. El equilibrio radica en saber afrontar que de vez en cuando reinen las borrascas y no los anticiclones. Avanzar en el tiempo no es más que conseguir una matrícula en meteorología y casi, casi, conseguir entender lo que pasa, para poder volver a coger impulso y saltar aun mas alto esta vez.

Buscar el equilibrio no implica que llegues a alcanzarlo, pero solo encuentra el que intenta encontrarlo. La cuestión es no darse por vencido, por superado, por tocado y hundido. Antes, más bien, después, llega esa disculpa por todo el daño causado y soportado.

Hay que estar preparado para recibirla a pesar de todo lo padecido. Encontrar la dosis justa de orgullo para que no te venzan ni seas tú el que se dé por vencido. Que cada uno tiene sus armas y no gana el más letal, sino el que más aguanta.

Derribar y vencer gigantes puede hacerse a base de ira o de paciencia. Aquí cada uno elige su opción. Controlar o potenciar el temperamento propio sigue siendo, una vez más, otra decisión que tomar, antes de que sea tomada sin tener conciencia de ello. Eso es la madurez.