23 de octubre de 2011


Despiertas un domingo por la mañana. Aun estas superando una de esas noches en las que los únicos recuerdos que quedan son el dolor de cabeza matutino para ti -hora de comer para el resto- y ese sabor a alquitrán adherido a tu cuerpo.

Primer intento por recordar que decides dejar en el aire. Vaso de agua e ibuprofeno vs resaca. Desmaquillante resbalando por tu piel. Demasiado cansada estabas anoche como para pensar en eso.

Vestido, tacones –más altos de lo políticamente correcto- y mucho eyeliner como traje de guerra. Nuevo bar por descubrir y un sinfín de copas de vino que van pasando por tus manos. Entre carcajadas y risas, las copas se rellenan. Has perdido la cuenta, pero parece no importarte. Nueva bocanada de aire.  

Un vicio lleva a otro, eso está claro. Cigarro en un improvisada terraza ovetense. Conversaciones guiadas por el alcohol y los excesos. Punto de no retorno. Música en directo que ameniza el local. Desconocidos que se convierten en mejores amigos con fecha de caducidad en la misma madrugada.  


A tu mente vuelve ese “Arde Paris”. Eso, piensas es lo que paso anoche. No sabes cómo, pero ese coctel ha llegado a tus manos. Que más da!! La música sigue sonando!



Flash de algo que tu mente consideraba olvidado. Bailas en mitad de la pista balanceando tu melena al aire mientras enseñas a bailar a un nuevo amigo nocturno. No recuerdas donde pero sabes que sonreías.




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